La milenaria celebración de la pachamama consiste en darle de comer a la tierra para que se nutra y de vida. Después de la cosecha, la madre tierra se repliega en sus entrañas, preparándose para dar a luz los frutos, para sus hijos. Esta es la concepción ancestral de los pueblos andinos que perdura a nuestros días.
La festividad está relacionada con los ciclos agrícolas que rige la cosmovisión de los pueblos originarios. En junio comienza el año nuevo con el solsticio de invierno y en agosto es el momento de la fecundación, el renacer de la vida y de la nueva cosecha.
La celebración en agradecimiento a la pachamama consiste en hacer un pozo en la tierra, con respeto se hace la ofrenda. Se le da comer cereales, frutos y frutas secas, semillas, hojas de coca y comidas típicas. Para beber, agua, vino y chicha (bebida derivada de la fermentación del maíz). Se la venera y se pide por la cosecha, por la reproducción de los animales, por la salud, es decir, por un año próspero.
Pachamama, cusiya cusiya (Madre tierra, ayúdame, ayúdame) se recita con los brazos en alto, mirando al sol. Es el momento de pedir y agradecer. Una apacheta (montículo de piedras) sellará la ceremonia. Cada piedra simboliza la ofrenda que cada uno va a dejarle a la madre tierra que da vida y que dará a luz la nueva siembra.
En distintas localidades de Sierras Chicas y en Córdoba se realizarán durante todo el mes de agosto celebraciones, talleres y actividades referidas a la celebración de la Pachamama, una forma de rescatar las culturas y costumbres originarias de América.