Sociales

A siete años de las inundaciones del 15F

“A siete años del 15F, recuperamos la memoria de las aguas, de los ríos que hablaron entonces y hablan ahora, que gritan fuerte para volver a explicar lo que cada vez es más claro: no fue la lluvia, fue el desmonte”. Así se expresa la asamblea de las Sierras Chicas cordobesas en un nuevo aniversario de la inundación que marcó la […]

“A siete años del 15F, recuperamos la memoria de las aguas, de los ríos que hablaron entonces y hablan ahora, que gritan fuerte para volver a explicar lo que cada vez es más claro: no fue la lluvia, fue el desmonte”. Así se expresa la asamblea de las Sierras Chicas cordobesas en un nuevo aniversario de la inundación que marcó la historia de la región, y que también es la más afectada por los incendios en los últimos 20 años, según datos del Instituto Gulich (Universidad Nacional de Córdoba-Conae).

El 15 de febrero del 2015 los vecinos de Villa Allende, Mendiolaza, Unquillo, Río Ceballos y Salsipuedes vieron cómo los ríos de la zona se desbordaron y dejaron como saldo ocho muertos y millonarios daños materiales. En 15 horas cayeron unos 250 milímetros y las crecidas de los ríos destruyeron 250 viviendas y otras 2200 necesitaron reparaciones.

La ayuda llegó en cuentagotas, a tal punto que algunas familias recién hace poco tiempo accedieron a su nueva casa. “Inventamos nuevos modos, ensayamos distintas estrategias y aquí estamos. Seguimos en las calles, exigiendo al Estado sus responsabilidades, en los municipios, en los tribunales, sosteniendo juicios contra proyectos inmobiliarios ilegales, difundiendo y sembrando, en cada espacio donde estamos, compartiendo la búsqueda de otras maneras de habitar”, dicen desde la asamblea.

A 50 kilómetros de la ciudad de Córdoba, Sierras Chicas es la zona más perjudicada por los incendios de las últimas décadas: el 38% de las 770.000 hectáreas quemadas en ese período están en la región.

Hace poco más de dos años la Cámara en lo Contencioso Administrativa de 2° Nominación ordenó registrar como “proceso colectivo” una acción de amparo ambiental iniciada por vecinos de la Sierras Chicas en la que solicitaron, entre otras cosas, la instrumentación de un sistema de alertas tempranas que permita detectar, evaluar, informar y prevenir cualquier fenómeno meteorológico severo en la provincia.

Rosa Cativa, integrante de la asamblea, señala a LA NACION que dos días antes de la inundación, los meteorólogos advirtieron que las próximas lluvias podrían generar problemas porque el dique La Quebrada –el de la zona– estaba en su cota máxima. “Las válvulas, nueve metros debajo de la tierra, no se abrieron porque no había mantenimiento, y por eso toda el agua pasó encima del vertedero”, añade y enfatiza que “se sigue sin planificación urbana; no estamos en contra del desarrollo y el crecimiento urbanístico, sino que pedimos ordenar”.

Tobogán en vez de esponja

Osvaldo Barbeito, geólogo de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), entiende que lo que cambió en las últimas décadas no fue el régimen de lluvias, sino la forma de ocupación de la tierra: “No es que el río esté inundando las ciudades, las ciudades están inundando a los ríos”.

El geógrafo del Conicet, Joaquín Deón, advierte que desde 2000 se registran precipitaciones cada vez más abundantes: “Esas jornadas [las de la inundación] no fueron solo 100 milímetros, sino 260, un volumen abismal que nos permite relacionarla con el cambio climático. Desde el 18 de diciembre de 2014 se habían registrado muchas lluvias para el río Saldán-Ceballos y a fin de año se marcó un récord de 1100 milímetros en cuencas que se habían perdido por el fuego y no se habían recuperado; eran toboganes no suelos que absorbían”.

Las precipitaciones siguieron y el agua pasó seis metros frontales por hora por el vertedero del dique y bajó por el cauce del arroyo Saldán. “No se dio la alerta a las poblaciones de más abajo que no solo recibirían ese volumen de agua, sino que sumaría más”.

La Provincia siempre comunicó que ocho fueron las personas que fallecieron durante las inundaciones. Sin embargo, las organizaciones de base y asambleas cuentan 21. “Es el número total, computando a personas que murieron días después por heridas recibidas”, justifican.

Daniel Salibi, intendente de Mendiolaza, afirma: “Hoy hay alerta temprana, cámaras, sensores y se hacen las tareas de limpieza de los cauces. Estamos preparados para grandes tormentas, ya hemos vivido algunas sin problemas de la magnitud de 2015″.

Menciona que, incluso, el año pasado se aprobó el “mapa de riesgo” que no solo sirve para inundaciones, sino para detectar riesgos de incendios. Desde la Provincia no respondieron las consultas de este medio.

Deón especifica que el sistema de alertas tempranas está en la cuenca alta, pero se anularon en la media. En 2017, se instaló una medición del volumen de agua que pasa por las áreas urbanas de las Sierras Chicas. “La otra medida fue la creación de lagunas de retención que no fueron pedidas por la Justicia y que abre el juego a la especulación inmobiliaria –añade–. Esas lagunas están arriba y no en el área urbana. Había 36 proyectadas para la cuenca de Sierras Chicas y los desarrollistas empezaron a pedirlas porque cambian el uso del suelo. Se ejecutaron solo 11. Se frenaron porque originaba un nuevo conflicto social y ambiental”.

Siguen los problemas

“Estábamos todos en casa ese 15 de febrero. Mi casa quedó como una isla, nos entró el agua y nos rodeó. Seis horas estuvimos en el techo –cuenta Sandra Zunino, vecina de Río Ceballos–. La construcción, aunque era muy buena, se empezó a caer. Llegó un momento que tocábamos el agua con las manos. Éramos la naturaleza y nosotros, nada más”.

Señala que fueron los vecinos los que los ayudaron a bajar. Fueron a un hotel con otros evacuados. Ahora, su casa está usurpada y fue declarada “inhabitable” por la Municipalidad, que le prometió relocalizarla. “Legalmente no la podemos habitar. Estamos alquilando. [La casa] Está en zona roja y, por eso, no puedo regresar, pero hay 20 personas que la tomaron. Siete años llevamos en esta lucha”, dice Zunino a LA NACION.