Cultura

Capilla de Candonga: vestigio de los comechingones en Sierras Chicas

Sencilla e imponente a la vez, en un marco singular donde la naturaleza grita su potestad en el silencio. Su arquitectura no es soberbia, más bien la humildad de la construcción es lo que la hace grande y trascendente.

Pasando Salsipuedes por la ruta E-53, en la comuna de El Manzano, a la izquierda, un camino de montaña desemboca en Candonga: la estancia Santa Gertrudis, el viejo molino de agua y la capilla Nuestra Señora del Rosario invitan a contemplar el paisaje verde seco, amarillo ocre y marrón del otoño en las Sierras Chicas.

La Capilla:

Diez kilómetros de tierra son suficientes para imaginar el misterio que envuelve la capilla de Candonga. Sencilla e imponente a la vez, en un marco singular donde la naturaleza grita su potestad en el silencio. Su arquitectura no es soberbia, más bien la humildad de la construcción es lo que la hace grande y trascendente. Blanca, pequeña y bella, más aún de lo que transmiten óleos y fotografías que la retratan.

En sus muros, en el altar, en la fachada, está la huella de los aborígenes de la zona. Una de las guías del lugar relata a InfoSierrasChicas que don José Moyano Oscáriz, un hacendado dueño de la estancia, le encomendó a los comechingones la construcción de la capilla, allá por 1730. Se estima que se terminó de construir en 1762, ya que esa fecha aparecía impresa en la campana original, que se colocó al finalizar la obra, como era costumbre hacerlo.

Está hecha de adobe, con una mezcla llamada calicanto (arena y piedra). Sus paredes tienen 90 centímetros de ancho. Con el conocimiento acabado que los pueblos originarios han ostentado en materia arquitectónica, la capilla mira hacia el este, así los rayos del sol ingresan por dos ventanas internas en la parte central, dando luz natural hasta que el sol se esconde.

De un lado, una nave donde se contempla el Santísimo Sacramento y del otro, la sacristía. En el altar se encuentra la imagen de la Virgen del Rosario, sus manos y el rostro son de porcelana, por lo que no se permite sacar fotos en el interior ya que dañaría opacando la imagen de antaño.

La única refacción que ha sufrido la capilla fue en 1942, cuando se restauró el techo que era a dos agua, dándole por entonces una forma de cañón corrido, tal como se observa hoy.

Después de tener varios dueños, en 1939 pasó a manos de la provincia de Córdoba, en 1941 fue declarada Monumento Histórico Nacional y en diciembre de 2000 la UNESCO la incluyó en el camino de las Estancias junto a la Manzana Jesuítica de la ciudad de Córdoba, como Patrimonio de la Humanidad.

Candonga significa “mula cargada”

Años más tardes, ya en época de la colonia, pasó a ser una Posta donde se hacía el cambio de mulas para seguir viaje por el antiguo Camino Real,  principal vía de transporte, comunicación y comercio entre el virreinato del Río de la Plata y el Alto Perú.

De allí, los viajeros siguiendo el río, llegaban al próximo destino, la estancia jesuítica de Santa Catalina en Ascochinga, obra construida por la orden de la Compañía de Jesús. La capilla tuvo como fin ser el oratorio de la estancia Santa Gertrudis, pero también el lugar indicado para la evangelización llevada a cabo por los Jesuitas en Córdoba.

La estancia de piedra

Hoy, la vieja estancia remodelada, invita a disfrutar de la gastronomía local, almuerzos y meriendas en un ambiente cálido y agradable, es un lugar de encuentro, especial para disfrutar en lo días fríos de las Sierras Chicas.

Así es Candonga, noble y sencilla, espera al visitante para entregarle el murmullo del arroyo, la  paz y la armonía que sólo en la simpleza puede encontrarse.

Nota: Laura Campos