La Calera también es turismo, y con algunas obras se está reconvirtiendo para ofrecerle más y
mejores servicios a sus visitantes, además de sus vecinos.
En 1970, para los memoriosos, la ciudad fue copada por un comando Montonero, en lo que se
denominó la Toma de La Calera, algo que recuerdan los que peinan canas.
El principal acceso desde Córdoba es por Ruta Provincial E-55 llegando desde Avenida Ejército
Argentino por la zona oeste de la capital provincial.
A su vez cuenta con un acceso desde la zona norte de la ciudad de La Calera por el barrio Dumesnil, que la conecta con el corredor Sierras Chicas desde Saldán.
Un tercer acceso es el que conduce la Ruta Provincial E 55 conectando la ciudad con el Dique San Roque y Valle de Punilla, donde el paisaje es un imán para las retinas. El trayecto pasa por el embudo y el Dique San Roque que se constituye en uno de los principales paseos de los cordobeses.
También para quienes visitan La Calera llegando desde zona Norte de Córdoba Capital se puede ingresar por Villa Warcalde, tomando el acceso de Intercountry que desemboca en la rotonda de ingreso a la ciudad.
La historia cuenta que los jesuitas adquirieron la estancia en 1724, que se extendía al sur de río
Suquía teniendo como límite hacia el este el actual arroyo La Cañada, y como límite oeste la
estancia llamada La Estanzuela.
La estancia que estaba al norte del río también se llamaba Estancia de La Calera, siendo sus
propietarios la familia de José Norberto de Allende y sus descendientes. En la estancia comprada por los jesuitas ya existía una pequeña capilla, que éstos amplían y a la que le agregan hacia el oeste una dependencia destinada a vivienda, por lo que hoy se la denomina La Casa de los Curas.
El primer casamiento registrado en La Capilla de La Calera data de 1727, estando asentado en un libro de actas que actualmente se encuentra en el Archivo del Arzobispado de Córdoba.
En 1776 los Jesuitas fueron expulsados por el rey de España de todas las colonias españolas de América, haciéndose cargo de todas sus posesiones las llamadas Juntas de Temporalidades, quienes realizaron un detallado inventario de todos los bienes y mobiliario existente en La Capilla Vieja, que son llevados a iglesias y conventos de la capital, inventario que puede leerse en el libro La Villa de La Calera, escrito por el Padre Eladio Diez en 1948.
Entre los bienes perdidos se encuentra una imagen de la Virgen del Rosario, hoy Patrona de la
ciudad de La Calera, que era una talla en madera originaria de las misiones jesuíticas del litoral. En 1800 compró esta estancia el Presbítero José Noble Canelas, quien construyó el Molino Viejo.
A comienzos de la década de 1970 todo el conjunto de los edificios de La Capilla Vieja estaban muy deteriorados, pero gracias al trabajo de Los Amigos de La Capilla Vieja se logró que el Gobierno de la Provincia aportara fondos y mano de obra especializada para el rescate de las ruinas, además del intenso trabajo realizado por muchos calerenses.
En 1996 el Ing. Sergio Ismael Romero presentó ante el Concejo Deliberante de la ciudad una
denuncia sobre la existencia en una vivienda particular de La Calera, de una reja de una ventana perteneciente a la Casa de los Curas. Si bien esta reja no ha sido restituida a donde pertenece se realiza un seguimiento para que la misma no sea removida del lugar en donde hoy se encuentra.
Además, se recuperó un importante nexo que facilita la distribución del tránsito. Lleva el nombre de Osvaldo “Chiche” Torres, en homenaje al Concejal Vecinalista que fuera dos veces electo y gran promotor del primer puente y del crecimiento de Barrio Stoecklin, en lo que constituye un reconocimiento a quienes trabajan por La Calera, más allá de los colores políticos.
La Calera está ligada sin lugar a dudas al Tren de las Sierras. Las primeras casonas de la ciudad se construyeron alrededor de la Estación de Trenes, ubicada en la Avenida Rivadavia.
Y, pese a que transcurren los años, el paseo desde Córdoba pasando por La Calera rumbo al embudo es un paseo emblemático que eligen los cordobeses, porque como siempre una “salidita” de domingo estimula y siente bien.